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viernes, 24 de marzo de 2006

II LA SUJECIÓN

Sin importar qué había sucedido, se decidió por dar pie atrás…no era el momento perfecto para tomar una decisión de esa envergadura. El Rey Strenn, enfurecido y enceguecido por su orgullo se sintió indigno, como nunca antes se había sentido. Las fuerzas de dos mil años parecieran ser que no durarían ni dos minutos. Por otro lado, los Maestros Shees tenían ciertas ideas muy claras y precisas de lo que se debía hacer…

¡Dónde te habías metido, maldito gusano! – exclamó fatigado Strenn – estamos perdidos y tú durmiendo bajo los laureles. La profundidad que llevan los Mming da como para que esta noche entren en nuestros lindes….y los Maestros Shees no saben decir más que nos entreguemos al enemigo. Dime tú que al menos tenemos una oportunidad de vivir la esperanza de nuestro pueblo. Ni en la Gran Batalla Otoñal opacaron nuestros ancestrales soldados infatigables que vencieron a los Torycasti sin haber perdido un alma en el campo de batalla. Hoy, no somos más que un caserío insignificante de guerreros desalmados.

Mi Amo, mi Señor, vengo con buenas nuevas. No vengo de haber dormitado bajo la cálida sombra de los laureles – argumenta Saoré y sonriendo irónicamente – sino que todo lo contrario, de haber cumplido con mi deber como Señor de las Escuadrillas Digitales. Hoy será un día que quedará escrito en los Papiros de la Historia…no sólo el gran Fresufor sabrá lo que significa vencer al poderoso, destruir al enemigo por completo, mirar como se desangra el hostil animal cara a cara. También mi Rey Strenn, hijo de Wlonp, Virrey de las Arenas Indomables y el Bosque de Stûlk, será capaz de observar con delicadeza esa operación maestra que se ha preparado.

Con trompetas y bombos se escucha a los lejos la señal de vibraciones captadas. En tres horas Saoré ya estaba ansiosamente preparado para lo que, él no sabía, no estaba preparado.

Hajab, Vyoren y Neumi, levántense y síganme sin hacerme preguntas hacia los Pasadizos Rojos – susurra el viejo Wasser – es allá donde está, donde haremos gloria a nuestra bandera. Ellos no saben que nosotros sabemos que mi hijo Saoré no sabe.

Pero mi señ… ¡calla Vyoren! ¿No escuchaste al viejo lo que dijo?, – dice irritado Hajab – no hay que hacer preguntas ahora.

Las gotas de agua están muy heladas, debemos dirigirnos hacia el noroeste para no encontrarnos con el Abismo del Mar Contemplado – piensa Wasser mientras uno de sus seguidores cae – y ser aplastados por los Hielos Desfigurados. ¡Neumi!, donde esta Neumi.

Una de esas enredaderas fucsias los atrapó – grita Vyoren – mientras esquivaba esa estalagmita. Que haremos ahora.

Al diablo, es hombre muerto – insinúa Hajab – esa especie de planta desintegra células nerviosas en cuestión de segundos. Debemos seguir nuestro camino si queremos llegar a nuestro objetivo.

¡Qué clase de compañero eres! – dice en un tono desafiante Vyoren – ayúdame a sacarlo. Vamos apúrate que lo perdemos.

Tiene razón Hajab, Vyoren, si nos detenemos aquí – explica Wasser – estaremos perdido por la eternidad. Es imperativo que lleguemos al final de los Pasadizos Rojos para lograr nuestra encomienda, de eso dependen nuestras próximas generaciones.

¡¡¡¡NOOOOOOOOOOO!!!!, no dejaré morir así a Neumi, al menos no sin intentar salvarlo. Si no me ayudan lo haré sólo, ¡váyanse! No los necesito – gruñó Vyoren – ¡Neumi, me escuchas!

Cuando Vyoren estaba dispuesto a lanzarse al nido agujero del vegetal, Wasser lo agarra de una brazada y lo salva de una segura muerte. No obstante, decide detener la misión por unos minutos para orar por el alma de Neumi, supuestamente ya malograda. Justo cuando se levantaban para seguir camino, Hajab no podía creer lo que escuchaba…

Esperen – anuncia Hajab – creo que oí a Neumi. Pero no debe ser, esas malditas plantas son infalibles si te atrapan.

Esa palabra no existe en mi vocabulario – intentó decir sin esfuerzo Neumi saliendo del negro hoyo – he destruido lo que para ti es infalible, Hajab, hermano perdido. El valor hace al guerrero y la verdad a Dios, deberías pedirme perdón.

Al momento en que Vyoren abrazaba a Neumi, Wasser irrumpe la linda escena. Más tarde tendrían tiempo de abrazarse, pero en ese instante era necesario dejar de lado el sentimentalismo. Había que enfriar la cabeza para hacer con precisión las cosas que faltaban por realizar. Era evidente que la misión trascendía cualquier cosa.

No es el momento – expresa Wasser con ternura – de abrazos y besos fraternos, debemos proseguir con el plan que ya les mencionaré. Por el momento necesito que me sigan a paso veloz porque ya casi no nos queda tiempo.

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